En Colombia hay que prestar atención a las amenazas y a las denuncias de amenazas, aunque no parezcan muy creíbles. Para ello hay razones históricas, como esos cuatro candidatos presidenciales que fueron asesinados en la campaña de 1990: Pardo Leal, Galán, Jaramillo Ossa y Pizarro.
Es más, a las autoridades les toca adelantarse a los hechos en una carrera de prevención constante para no tener que lamentarse después, cuando ya no hay nada qué hacer. Un cambio de paradigma en el que tuvo todo que ver la Seguridad Democrática de Uribe. Desde entonces se les ha brindado la mayor protección posible a las figuras de la oposición y a miles de colombianos que por presentar alto riesgo reciben custodia especial del Estado con escoltas y carros blindados.
Sin embargo, no hay que hacer grandes esfuerzos cognitivos para concluir que las amenazas de muerte que ha denunciado Petro en su contra son chimbas, puros ardides políticos amparados en su desbordada imaginación de falsario compulsivo. Una mentira de peso necesaria para desviar la atención sobre temas gravísimos, como la confesión de haber infiltrado la campaña de Fico Gutiérrez en el Caribe. ¿Acaso no saben que por un hecho similar Richard Nixon tuvo que renunciar a la presidencia de los Estados Unidos?
Claro que ese no es el único tema que enloda a la campaña de Petro, ni el más grave. Ahora nos enteramos de que el Clan del Golfo —las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC)— le ha entregado su respaldo a Petro, lo que significa que pondrá sus fusiles al servicio del Pacto Histórico en sus zonas de influencia para orientar la votación.
Eso explica, claramente, el porqué desde sectores de izquierda se torpedeó la extradición del capo Otoniel logrando congelarla durante siete meses. En otras épocas, la extradición de un narcotraficante de semejante calado se tramitaba mientras el avión de la DEA llegaba a recogerlo, y nadie lo lloraba. Ahora se instrumentaliza la supuesta «verdad» no solo para evitar la extradición por parte del reo sino para convertirla en arma arrojadiza por parte de la izquierda.
Esperaron ávidos a que ‘Otico’ hiciera señalamientos graves y enlodara a gente de peso para armar el escándalo, pero el narco solo dio una lista de segundones, encabezada por el exgobernador de Antioquia Luis Pérez Gutiérrez, de quien nadie se extraña de que hablen mal. Aún así, la izquierda critica la extradición de Otoniel porque tenían cifradas las esperanzas de que los fusiles de las AGC les proveyeran muchos votos y las mendacidades de Otoniel, más problemas para el presidente Uribe.
Esa es la manera de hacer política del Pacto Histórico, como gánsteres. No en vano, se conoció otra abyecta confesión del petrismo en las redes sociales: «a Fajardo lo quemamos en la Contraloría y la Procuraduría». Habría que agregar a los medios de comunicación. Es decir, se sobreentiende que Fajardo fue defenestrado a punta de falsas denuncias e investigaciones amañadas en los órganos de control, infiltrados hasta la médula por el sicariato de la izquierda. Y la noticia es que ahora van por Fico.
Y uno escandalizado porque la Corte Constitucional se conduele más por el sufrimiento de un pescado devuelto al río que por el de un feto que ya podría ser un niño.
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