Hombre, Hugo Rafael:
Le mentiría si le digo que no me importa lo que usted ha hecho en Venezuela porque a uno, en mayor o menor medida, le tiene que importar lo que le pase a los vecinos y se tiene que preocupar cuando llega un vecino indeseable. Pero no me importa mucho porque los venezolanos se lo han buscado; dicen por ahí que cada pueblo tiene los dirigentes que se merece y hasta verdad será. Venezuela es el quinto productor mundial de petróleo y apenas tiene la mitad de la población colombiana, unos 22 millones de habitantes. Aún así, es un país tan pobre como el nuestro, lo que demuestra que su clase política tradicional, el Copei y otras yerbas, han sido mucho más corruptos que los de por acá, y eso es mucho decir. En lo concerniente a usted, se han clavado el cuchillo solitos porque a pesar de tener infaustos recuerdos de la dictadura de Pérez Jiménez, militar golpista, a usted le perdonaron el sangriento intento de golpe del 5 de febrero de 1992, en contra de Carlos Andrés Pérez, por lo que todavía debería estar en la cárcel, de la que salió indultado el 27 de marzo de 1994 por obra y gracia del presidente Rafael Caldera, ¡uno de los corruptos que los justifican a usted! Es decir, el pueblo olvida que usted es militar golpista, y lo nombran presidente, le permiten cambiar la Constitución, controlar las instituciones a su antojo, reponerse a un golpe y manipular un referendo revocatorio…
Por todo eso, que el pueblo venezolano se lo aguante como Cuba a Castro. Como quien dice, ¡de malas!, se lo tienen merecido. Pero cuando usted tilda el caso Granda de violación de la soberanía venezolana, uno no puede hacer menos que reírse porque usted, mi estimado vecino, es el que tiene por costumbre meterse al rancho de los demás. Usted ha hecho toda clase de malabares para extender el macilento comunismo en la región. Con sus petrodólares fue definitivo en el ascenso de Lucio Gutiérrez en Ecuador; en la caída de Sánchez de Losada en Bolivia; en el surgimiento de un militar revolucionario en Perú, Ollanta Humala; y en el renacimiento de los viejos odios de bolivianos y peruanos hacia Chile. Hasta dicen que don Inacio Lula está bravo con usted por apoyar a los Sin Tierra en contra suya. Bueno, eso sin hablar de su muy evidente relación con las Farc y los numerosos episodios que usted ha protagonizado por mucho que jure, por su madrecita, que nada tiene que ver con esos señores.
Apelando a la memoria, se recuerdan muchos sucesos que si no son injerencia en los asuntos de un país vecino no sé qué serán. Primero se negó a declarar a las Farc como terroristas, otro día vino con el guerrillero Diego Fernando Serna entre su personal de seguridad, casi de edecán. Le corría la silla, le pasaba el agua, le guardaba los papeles del discurso. Serna se entregó meses más tarde a las autoridades afirmando que había sido comisionado para asesinar al entonces candidato Álvaro Uribe Vélez y develó el plan; se encontraron bombas y se arrestaron guerrilleros. Por los mismos días se conoció un video que relacionaba a sus fuerzas militares con uno de los frentes de las Farc que opera en la frontera. También se supo que Olga Lucía Marín, hija de Tirofijo y esposa de Raúl Reyes, se movía como Pedro por su casa en Venezuela. Algún médico venezolano denunció haber atendido guerrilleros por órdenes superiores… Está también el caso Ballestas y la telenovela de los ‘paramilitares’ que iban a atentar contra usted con unos cortauñas. Ah, y por los días del golpe que no terminaron de darle salió a la palestra un grupo guerrillero ‘venezolano’ dizque a favor suyo.
Últimamente, mientras usted le ponía cara de yo no fui al presidente Uribe, se dedicó a comprar armamento. Hace más de un año un ex ministro colombiano, Juan Manuel Santos, denunció su propósito de adquirir 50 aviones de combate, pero el simpático gordito que tiene usted de embajador en Colombia, lo calificó de loco. Aviones y helicópteros por montones y de los mejores compra usted junto con fusiles, tanques y corbetas. Justamente el poder aéreo es el que más ventaja le ha dado al Estado colombiano sobre la guerrilla. ¿Casualidad? Qué raro que usted compre 100 mil fusiles calibre 7.62 como los de la guerrilla y no 5.56 de los que tiene todo el mundo. De hecho sus 60 mil efectivos tienen fusiles 7.62. No parece pues, que se esté ‘modernizando’ o actualizando como dicen los analistas sino simplemente aumentando el arsenal. Y qué curioso que el comunista presidente de España nos haya negado la venta de unos tanques viejos mientras que a usted le fabrica corbetas de guerra; menos mal que Zapatero nos cuasi regaló un avión ambulancia, con un vecino como usted nos va a ser de mucha utilidad.
Chávez: el problema no es Granda, el problema es usted. Por su culpa, soplan vientos de guerra, suenan los tambores y en la distancia se perfilan las ‘lanzas coloradas’ de que hablara su compatriota Arturo Uslar Pietri. Temblarán los Andes el día que usted tenga sus jugueticos de guerra y el espíritu burlón del general Bolívar se pare a bailar en una mesa pidiéndole la reunificación de la Gran Colombia. En Venezuela hay un odio decimonónico hacia los colombianos. Para muchos venezolanos, los de más acá del Orinoco somos los magnicidas del Libertador y algo de cierto hay en eso, pero usted debería estudiar un poco de historia para darse cuenta de que meterse con Colombia va a ser el principio de su fin, y no lo digo porque al vaquero de la Casa Blanca le dé por demostrar quién manda o porque nosotros seamos el doble de ustedes y nuestro Ejército triplique el suyo… Con aviones, con guerrilla, con refuerzos cubanos y de otras latitudes, usted puede ganar y hasta instalarse aquí unos años, pero el pueblo colombiano no tiene la nobleza del cubano, es insolidario por naturaleza, es envidioso e individualista y terminaría unido en contra de quien pretenda impedirnos hacer lo que a cada cual le dé la real gana. Cada colombiano es un país, decía Bolívar.
La guerra entre Colombia y Venezuela es un asunto al que siempre se le ha sacado el cuerpo antes y después de usted. Colombia ha soportado muchas agresiones de Venezuela y le ha puesto la otra mejilla; y, como decía Churchill, el que se humilla para evitar la guerra, tendrá la humillación y tendrá la guerra. Haciendo memoria se recuerdan múltiples incidentes fronterizos y agresiones de Venezuela que jamás fueron subsanadas. Por decisión unilateral, por ejemplo, Venezuela decidió que Colombia en la Guajira tenía ‘costa seca’; es decir, que el mar es de ustedes. En tiempos de Caldera, ante las incursiones guerrilleras en territorio venezolano, se habló de ‘persecución en caliente’ pasando la frontera y con ese pretexto han venido muchas veces a asesinar a colombianos inocentes e indefensos en sus caseríos. El último caso fue el año pasado.
Pero, además, señor Chávez, hay que recordarle dos cosas: que los colombianos llevamos 40 años diciéndole no a la guerrilla y al sistema político que representan, que es el mismo suyo; y que estamos acostumbrados a la muerte como una mera estadística porque hemos hecho de la violencia un deporte. En cambio, ¿cuántos muertos soportarían los venezolanos antes de pedir su cabeza henchidos de dolor? El día que usted disponga la guerra contra Colombia marcará el final de su aventura ‘bolivariana’ porque para doblegar a un pueblo insurrecto, a usted le falta pelo pa’ moña.
Señor Chávez: usted es un déspota opresor que terminará como todos los de su ralea. Hoy está en la buena y hasta tendrá tiempos mejores, pero su utopía sólo dejará un reguero de muertos, miseria y atraso. Si usted persiste en este camino, a la vuelta de diez años ambos países, Colombia y Venezuela, estarán en el paleolítico mientras que vecinos como Chile y Costa Rica rondarán los 15 mil dólares per cápita, ofreciendo a sus ciudadanos un nivel de vida envidiable, en paz y prosperidad. Le apuesto un dólar a que así será, y no sé si su final sea tan benévolo como el que el destino le deparó a Mussolini, colgado por su propia gente en la plaza de un pueblo.
De un colombiano
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 31 de enero de 2005 (www.elmundo.com).
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