La no inclusión de las Farc y el Eln en la lista de grupos terroristas de la Unión Europea y las severas criticas por la certificación de Estados Unidos a las Fuerzas Armadas de Colombia en el tema de derechos humanos son una clara muestra del eficiente trabajo diplomático que han hecho las Farc en el exterior, donde tienen armada toda una tramoya o maquinaria propagandística con la que enmascaran hábilmente la realidad a tal grado que gobiernos supuestamente serios, como Suecia o Francia, terminan seducidos y arrodillados ante unos matones analfabetos del tercer mundo.
En cuanto a la certificación, no es de extrañar que organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, que históricamente se han mostrado tan afectuosas con los grupos guerrilleros, se nieguen a aceptar que las Fuerzas Armadas de Colombia han hecho ingentes y suficientes esfuerzos en materia de derechos humanos como para recibir un reconocimiento que, en el fondo, no le importa ni a los soldados, que a diario le ponen el pecho a las balas, ni al pueblo de Colombia, que hoy no duda de la honorabilidad de las tropas. Según encuestas, las Fuerzas Militares son actualmente la institución más querida y respetada por los colombianos por encima de la Iglesia Católica que siempre había encabezado ese listado.
La difamación orquestada por esas ONG’s ha anidado en prestigiosos diarios norteamericanos como The Washington Post y New York Times, que la semana anterior presentaron informes según los cuales el récord de las FF.AA. en materia de derechos humanos es desastroso, aunque se limitan a argumentar supuestos nexos con los paramilitares en ciertas áreas del país. Incluso, la periodista Marta Sánchez del Washington Post se atreve a sugerir que hay un plan macabro del gobierno gringo para hacer aparecer a las Farc como el Al Qaeda latinoamericano cuando —sostiene la ‘periodista’— son más terroristas las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
Por su parte, la decisión de la Unión Europea —incitada por Francia y Suecia— de no declarar como terroristas a las Farc y al Eln pero sí a las AUC, es inaceptable y sospechosa, y no tiene justificación alguna. Explica la Unión que si incluye a los subversivos en la categoría de terroristas estaría cerrando las puertas al diálogo y a una posible negociación, argumento baladí después de tres años de concesiones que no arrojaron resultado alguno y preocupación ajena porque ellos no son los que tendrían que dialogar con nadie. Sin embargo, aún si fuere cierto el argumento, tal justificación no es válida ante la contundente e inocultable realidad.
Si bien los colombianos no nos sentimos representados por las Autodefensas Unidas de Colombia, ni las respaldamos, ni toleramos sus acciones criminales, es bueno aclararle a todo el mundo quiénes son los verdaderos terroristas de nuestro país. No habían transcurrido 48 horas de haberse tomado estas decisiones absurdas, irrespetuosas y humillantes por parte de la Unión Europea cuando las Farc, no contentos con haber asesinado 30 personas en Nariño, no contentos con asesinar un niño de 14 años en Huila para enviarlo a una guarnición militar cargado de dinamita y envuelto en papel de regalo, asesinaron alrededor de 112 personas en el caserío de Bojayá, departamento de Chocó, a orillas del río Atrato, donde quedaron más de 100 heridos y medio centenar de desaparecidos.
La masacre de Bojayá, cometida con un cilindro bomba lanzado contra la iglesia, donde estaban refugiados todos los pobladores de ese caserío, constituye la masacre más grande cometida en la historia reciente de Colombia y es una muestra más del increíble cinismo de las Farc, que apenas hace un mes se disculpó a través de su sitio en Internet, por los humildes vendedores ambulantes muertos en el carrobomba de Villavicencio.
Y para quienes no creen en la calidad de terroristas de las Farc y el Eln, que los ven como robin hoods que van a liberar a Colombia de la tiranía y se empecinan en señalar a las Autodefensas como el origen de todos los problemas, vamos a explicar la diferencia entre la guerrilla y las AUC: la guerrilla secuestra dos mil personas al año, las AUC no; la guerrilla pone carrosbomba, caballosbomba, cadáveres (de personas) bomba, las AUC no; la guerrilla secuestra aviones comerciales (cuatro en los últimos dos años), las AUC no; la guerrilla ha arrasado 200 pueblos en los últimos tres años, las AUC ha incendiado dos o tres caseríos; la guerrilla realiza secuestros colectivos, las AUC no; la guerrilla secuestra policías y soldados, las AUC no; la guerrilla secuestra candidatos presidenciales (Ingrid Betancur), gobernadores (Guillermo Gaviria), ex ministros (Gilberto Echeverry, Fernando Araujo), congresistas (tienen cinco en su poder) y diputados (tienen doce), las AUC no; la guerrilla arrasa hospitales, iglesias, puentes, torres de energía, oleoductos, las AUC no; la guerrilla bloquea vías, incendia buses y camiones, y dinamita la única vía férrea en uso en Colombia: el tren de la Drummond que saca carbón de la Guajira, las AUC no; la guerrilla usa peligrosas armas no convencionales como los cilindros bomba, las AUC no; la guerrilla ha infestado los campos colombianos de minas antipersonales, las AUC no.
Pero, lo más grave: la guerrilla asesina indiscriminadamente a miles de colombianos cada año, las víctimas de las AUC, en cambio, tienen alguna relación con la subversión, no obstante que, como lo reconoce el mismo Carlos Castaño, han cometido errores de apreciación inexcusables. La maldad y brutalidad guerrillera no tienen límites, que lo diga la ex ministra Consuelo Araujo Noguera, asesinada de rodillas por las Farc, con un tiro de fusil en la cabeza; que lo diga el cabo Pérez, el papá del niño Andrés Felipe, asesinado recientemente después de cuatro años de secuestro, después de negarse a liberarlo para que acompañara a su hijo en la agonía de un cáncer terminal. En cambio, que le pregunten a la parlamentaria Piedad Córdoba cómo la trató Carlos Castaño en su breve secuestro, no podrá siquiera acusarlo por la pérdida de uno solo de sus cabellos.
Aquí no se trata de defender a las Autodefensas, de lo que se trata es de protestar airadamente porque la ‘diplomacia’ de las Farc (con su dinero producto del narcotráfico y del secuestro), organizaciones no gubernamentales de izquierda, periodistas despistados y anarquistas de toda índole, más gobiernos con oscuras intenciones —el de Suiza, que no quiere levantar la reserva bancaria sobre las cuentas de las Farc, los de Cuba y Venezuela, que esconden y entrenan guerrilleros colombianos, los de Nicaragua y Panamá, que recientemente vendieron armas a las Farc, los de Jordania y Perú, implicados en los diez mil fusiles que arrojó un avión en el Caguán hace dos años, y muchos más— se han vuelto cómplices de las organizaciones terroristas de Colombia, las Farc y el Eln, y con ello son también culpables del terror que se vive en nuestro país. Todos estos compinches de la guerrilla se valen de las AUC como chivo expiatorio para atribuirle todas las culpas que atañen a las organizaciones subversivas. Ante tamaña mentira no nos queda a los colombianos más salida que duplicar o triplicar el Ejército y sus recursos y combatir hasta el final a estos asesinos con la posibilidad de que tropas extranjeras intervengan pero en apoyo de las Farc y el Eln, las de Suecia y Francia, más los mercenarios de Human Rights Watch, Amnistía Internacional y algunos periodistas extranjeros. Sin dudas hay un grave complot internacional contra Colombia.