Desde que Richard Nixon dio fin a la convertibilidad del dólar en oro, en 1971, la confianza se configuró en el activo más importante de los mercados. A partir de ahí, la economía tomó un rumbo definitivamente riesgoso que, sin embargo, generó una gran confianza que, paradójicamente, retroalimentaba a este mismo Leviatán, y le dio paso a un sentimiento de optimismo generalizado gracias a las oportunidades del mercado, abrigados en la creencia de que basta con aplicar el recetario para hacerse a un pedazo de la torta.

No obstante, la avidez de todos los agentes económicos –no sólo de unos cuantos–, salpicó el camino de riesgos. De la teoría se pasó a la aventura, con posiciones extremas como la desregulación excesiva y la creencia de que las leyes de mercado ofrecían un equilibrio absoluto. Probablemente, lo que jamás se tuvo en cuenta es que si el avión del sistema económico no iba a sufrir de ‘fatiga del metal’, sí podía terminar estrellado por falla humana, como ha sucedido.

Los campanazos de alerta fueron ignorados. Casos como la quiebra de Enron y el desinfle de las punto com, fueron paradigmáticos y demostraron que en materia económica todo es incierto y que, a futuro, lo menos previsible son los mercados; se pueden predecir el clima, las contiendas políticas, los resultados deportivos pero nunca las prácticas riesgosas del mercado financiero. La burbuja tecnológica fue el resultado de inversionistas sedientos de ganancias que depositaron su confianza en las ocurrencias improbables de centenares de jovencitos, a sabiendas de que la misma concentración que promueve el sistema sólo iba a arrojar unos pocos casos exitosos como el de Google. Recientemente, la metástasis provocada por la crisis de los mercados hipotecarios es una prueba fehaciente de que todo tiene sus límites, de que el dinero no puede multiplicarse de la nada indefinidamente.

Parafraseando a Winston Churchill, cuando decía que la democracia es el peor sistema de gobierno probado hasta ahora con excepción de todos los anteriores, podríamos decir lo mismo del capitalismo; es decir, no es perfecto pero hasta ahora no se ha inventado un sistema mejor. Por eso, quien crea que la actual crisis es su fin, sólo está pensando con el deseo. Claro que la debacle que estamos viendo por estos días deja la impresión de que el mundo que conocemos hoy tendrá que mutarse en algo más seguro que evite llevarnos al otro extremo del capitalismo salvaje, que es casi lo mismo que regresar a la edad de piedra.

Todo extremo es ocioso, de eso no cabe duda, y la codicia del ser humano no tiene límites, pero si no se encuentra un punto medio en el que los de arriba logren un nivel de vida apreciable pero sensato y los de abajo puedan salir paulatinamente de la pobreza, armonizando lo uno y lo otro con la sostenibilidad medio ambiental, las próximas crisis tal vez no den oportunidad de hacer enmienda.

Todos los imperios de la historia han caído pero, con la globalización, el desplome del imperio norteamericano equivaldría al desmoronamiento de la civilización actual en general, no sólo de Occidente. Por eso, es preciso hacer acopio de la mayor enseñanza de todo esto, como es el hecho de que andar a toda marcha recalienta la maquinaria y que buscar el crecimiento desaforado –practicando un consumismo vulgar– con el pretexto de que así le llegan los beneficios a los más pobres (teoría del goteo), puede resultar en suicidio. Y que tomen nota los políticos del castigo que recibirán los republicanos en las urnas: únicamente así se explica la elección de un negro de origen musulmán como Presidente de la superpotencia.

El capitalismo renovará su confianza, pero sólo cuando la cordura lleve las riendas de los mercados y dejen de alentarse esas injusticias que dan náuseas como el hecho de socializar pérdidas por 700 mil millones de dólares mientras algunos ejecutivos de AIG se divierten con masajistas en un lujoso hotel de California. En 1929, tenían, por lo menos, el honor de arrojarse por las ventanas. ·

Publicado en el periódico El Mundo, el 13 de octubre de 2008 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

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