La  estructura paramilitar en Medellín se desarticuló o, por lo menos, ya no actúa en la forma en que lo hacía antes.

Amnistía Internacional (AI) acaba de producir un informe sesgado sobre el proceso de desmovilización de paramilitares en Colombia centrándose en los resultados del proceso en Medellín, ciudad en la que jefes paramilitares como alias ‘Don Berna’ han tenido especial influencia durante muchos años. El informe es sesgado porque presenta un panorama diferente al que se vive en la realidad y se centra en reclamar castigo para los desmovilizados sin importar para nada el renovado clima de convivencia que se respira en Medellín, el que se refleja en la disminución de las muertes violentas y de otras conductas delictivas.

Quienes mejor le toman el pulso a las ciudades son los taxistas. Hace poco le pregunté a uno de ellos cómo veía la seguridad en Medellín y me confirmó que por primera vez en más de veinte años no había barrios vedados para transitar. Desde los años ochentas los barrios marginados eran enclaves controlados por bandas de delincuentes enemigas entre sí. Había bandas de sicarios al servicio del narcotráfico, luego las guerrillas conformaron milicias urbanas y poco después llegaron los paramilitares. Muchas otras bandas, de antes y de ahora, no tienen tendencia ideológica, han sido simples delincuentes. Por dos décadas los barrios pobres de la ciudad estuvieron bajo control de algún grupo y la población fue mancillada por los violentos. El caso más grave fue el control total de las Farc en la Comuna 13 durante más de dos años, cosa que a AI y otras ong con el mismo sesgo ignoraron hasta que el presidente Uribe ordenó a las tropas recuperar el control en octubre de 2002.

Una humilde aseadora me suministró otro testimonio de primera mano: me relató que un vecino suyo robó en su casa y se lamentaba de que los paramilitares ya no estuvieran para cobrarle su delito. «Esa gente hace cosas horribles pero cuando estaban uno vivía más tranquilo, como la Policía por allá no sube…». Por supuesto que no es legítimo hacer justicia por mano propia pero como este hay cientos de testimonios que dan fe de que la estructura paramilitar en Medellín se desarticuló o, por lo menos, ya no actúa en la forma en que lo hacía antes.

A finales de mayo, cuando se ordenó el arresto de Don Berna por el crimen de un diputado, se llegó a hablar de atentados terroristas en Medellín como represalia por su captura pero lo que se dio fue un paro de transporte pacífico en señal de que quien llegó a convertirse en un poderoso generador de violencia está dispuesto a presionar sin violencia, a ejercer de otras formas el gran poder que aún posee. Corre el rumor de que Don Berna advirtió a las bandas sobre las que tenía control que él quería la paz y quien persistiera en la violencia se tendría que ir. Tal advertencia, viniendo de quien viene, entraña una paradójica amenaza pero es un avance que un actor armado instruya a su gente en tal sentido.

Por supuesto que varios desmovilizados del Bloque Cacique Nutibara han incurrido en delitos tras el desarme pero esas son las contrariedades que el postconflicto implica; sin embargo, no puede alegarse, como aduce AI, que sea una prueba de que la desmovilización fue una pantomima y de que estos grupos siguen cometiendo crímenes. Al igual que la aseadora, la mayor preocupación del campesinado de las zonas en las que se han desmovilizado los grupos de autodefensa es bien contraria a las lamentaciones de Amnistía, pues temen que las guerrillas se apoderen de las áreas que han quedado libres como ya está sucediendo. En Valdivia (Antioquia), las Farc incursionó en zonas que antes eran de control paramilitar y asesinaron a 15 campesinos el pasado 23 de agosto (varios de ellos degollados). Y el 26 de agosto, el mismo grupo incursionó nada menos que en Valencia (Córdoba), a media hora de la zona especial de Santa Fe de Ralito donde se encuentran los jefes paramilitares, provocando el desplazamiento de 400 personas y la desaparición de cuatro. De esto, Amnistía no dice nada.

En lo que sí puede tener razón AI es en la gran posibilidad de que los paramilitares se ‘reciclen’, no por las razones que señala esta ong en su informe en el sentido de que la Ley de Justicia y Paz es una estrategia para limpiar y dejar impunes sus delitos sino porque a medida que la guerrilla se tome sus antiguas zonas y las insuficientes fuerzas del Estado sean incapaces de controlarlas será necesario el regreso de los paramilitares y sus cuestionados métodos de lucha. De hecho, aunque es plausible la iniciativa del gobierno Uribe de sacar combatientes del conflicto colombiano, siempre se consideró ilógico desmovilizar a los paras sin extinguir primero su causa y razón de ser que es la guerrilla. Hubiera sido mejor desmovilizar a los jefes pero mantener a los combatientes de base como una guardia rural adscrita a las Fuerzas Armadas así los hipócritas que dicen querer la paz de Colombia se hubieran rasgado las vestiduras. Estamos cansados de esos lobos con piel de oveja que pretenden que metamos a los paras a una mazmorra y al Mono Jojoy y sus amigos al Congreso. Esos lobos, con tal de lograrlo, son capaces de decirle al mundo cualquier mentira.

Posted by Saúl Hernández

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