El para-escándalo es otra entelequia para entorpecer la marcha del gobierno de Uribe

Cualquiera puede opinar que el asunto de la parapolítica es responsabilidad absoluta del presidente Uribe. Puede, incluso, tener la delirante creencia de que los 5,9 millones de colombianos que votamos por Uribe en el 2002 y los 7,4 millones que lo reelegimos hace unos meses, estábamos comprados o amenazados por los paramilitares para hacerlo, o puede aun creer que todos somos paramilitares. Pero carece de sensatez quien exteriorice una amañada convicción de que Álvaro Uribe Vélez fue aupado en el poder por el paramilitarismo.

Las voces que piden la renuncia del Presidente son malintencionadas, son las mismas que desde hace cuatro años vienen apostando por el fracaso de sus políticas, son las mismas de quienes hace diez años prefirieron el descalabro de la economía a raíz del proceso 8.000 en vez de un pacto que la blindara sin dejar de investigar y sancionar, son los mismos que siempre han creído que la política es un juego de poder y vanidad que se ejerce de manera frívola, asistiendo a cocteles y posando para las revistas.

Hay que recordar que en las elecciones de 2002, Uribe perdió frente a su rival Horacio Serpa en todos los departamentos de la Costa Atlántica —el llamado bastión paramilitar—, exceptuando el departamento de Magdalena donde ganó con 7 mil votos de ventaja. Ese es el ‘gran’ fraude paramilitar favorable a Uribe que algunos señalan. En segundo lugar hay que indicar que el llamado ‘uribismo’ no es un partido político sino apenas una formación multipartidista, una formación que ha sido acusada por la oposición —de manera certera— de ser un grupo de oportunistas que en vez de sumar votos a la reelección de Uribe se valieron de su imagen para elegirse en el Congreso con la promesa de apoyar las políticas del Presidente. De manera que si hay políticos ‘uribistas’ involucrados en el para-escándalo, ello no puede verse como una conexión entre Uribe y los paramilitares; si acaso, se puede fustigar a Uribe por rodearse muy mal y por aceptar ‘apoyo’ político de cualquiera. Si su campaña estuvo pendiente de que no se colara un centavo de dudosa procedencia también debió ser exclusiva en cuanto a adhesiones.

Y es que está claro que al presidente Uribe se le pueden —y se le deben— criticar muchas cosas pero es desatinado atribuirle un problema nacional de vieja data para minar la gobernabilidad —y arruinar de paso la recuperación económica— con mociones salidas de tono que no tienen respaldo popular como la de la senadora ‘chavista’ Piedad Córdoba, quien pidió la renuncia del Presidente. No, el que sea participe de crímenes de las autodefensas que pague cárcel pero que no venga la izquierda a armar un sainete cuando, incluso,  carece de derecho moral para hacerlo, al igual que los dirigentes del Partido Liberal.

A Uribe puede criticársele por la escasa meritocracia en los cargos diplomáticos,  por volver a tiempos que creíamos superados donde la canciller era de barniz y pintalabios, por nombrar en altos cargos a personas poco capacitadas y a otras de dudosa conducta sólo porque venían bien recomendadas. Se le puede criticar el plan vial 2500, de lenta ejecución y poca utilidad para la competitividad de la economía; se le puede incriminar por aquel excesivo aumento salarial que concedió a los altos funcionarios; se le puede fustigar por muchas cosas…, pero ya está bien el tema de elucubrar nexos oscuros con el paramilitarismo, como si tuviera una doble personalidad que en las noches se reuniera con jefes ‘paracos’ para decidir a quién degollar. Hay quienes se frotan las manos a la espera de  la prueba reina, una grabación o un cuaderno deshojado donde aparezcan garabeatadas las cuentas de los aportes a los ‘paras’ de la finca de Álvaro Uribe Vélez. Los que le hemos seguido la carrera pública al hoy presidente por  veinte y más años, tenemos la convicción de que se van a quedar esperando porque tal prueba no existe.

Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 11 de diciembre de 2006 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

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