En una entrevista concedida al periodista Juan Gossaín, en junio de 2005, el presidente Uribe manifestó de manera reiterada su gran preocupación porque los ‘mantos de duda’ que se tejen en su contra pudieran afectar “la confianza que se está recuperando en Colombia, porque por hacerle daño al Presidente de la República y al Gobierno, le hacen un profundo daño a esa recuperación de la confianza. Mi gran celo —decía— es cuidar la recuperación de la confianza en Colombia”.

Esas palabras explican en buena parte lo que viene sucediendo por estos días, en que arrecian las críticas infundadas y rastreras contra el Gobierno, además de estrategias que pretenden disminuir su gobernabilidad en el país, como la del chantaje ‘humanitario’ de las Farc y sus amiguetes.

Como no les ha sido posible eliminarlo físicamente, a Álvaro Uribe Vélez lo han convertido en repetido blanco de atentados morales contra su dignidad, a través de periodistas y medios de comunicación cuya probidad se presume pero que son o han sido cercanos a la izquierda y a las guerrillas, quienes ven en Uribe al enemigo número uno de la subsistencia, expansión y consolidación del marxismo en Colombia.

A estas horas del partido, tras cinco años de Gobierno, los enemigos -porque eso no se puede llamar oposición- siguen esgrimiendo falacias y promoviendo sofismas fundamentados en verdades a medias y débiles indicios, que tienen por objeto demostrar que Uribe Vélez tiene un pasado turbio -lleno de ‘esqueletos’ en el armario- y que, por tanto, carecería de solvencia moral para conducir al país por la senda correcta. Y mientras más tiempo pasa, la ferocidad de los ataques se agudiza porque entre las hienas cunde el desespero al ver que su blanco sigue en la cresta de la popularidad. Por eso, a los ataques se ha sumado ahora la ‘internacional socialista’.

El mamertismo en pleno guardaba la esperanza de subsistir cuatro años a la Seguridad Democrática de Uribe y, con la reelección, el plan se les vino al piso: a duras penas aguantarán los ocho, y saben que deben hacer todo lo que esté a su alcance para evitar un tercer periodo o un gobierno que le dé continuidad al actual. Para las guerrillas, y también para aquellos ‘políticos’ que creen en el altruismo de sus acciones o que es pasable matar para que la gente viva mejor -como arguye Carlos Gaviria-, el presidente Uribe y sus políticas son un cáncer que los llevará a la tumba. Lo que no saben es que ya hizo metástasis.

Como a los colombianos no nos seducen los cantos de sirena de la izquierda sino que vemos y palpamos los resultados concretos de esta administración, llegan las estrategias del juego sucio en ataque por todos los flancos, desde periodistas de alcantarilla hablando de helicópteros y reprochando fortuitos lazos familiares de colaboradores del Gobierno hasta presidentes extranjeros presionando y desprestigiando al colombiano mientras se amangualan con los guerrilleros.

Lamentablemente, el caso de los canjeables se ha convertido en la principal arma de desprestigio contra Uribe pues los rumores malintencionados sobre nexos con ‘paras’ y narcotraficantes hacen alguna mella pero no alcanzan a minar la solidez de este Gobierno.

Por eso los apátridas que se van para Washington a despotricar del Gobierno para torpedear el TLC. Por eso las lindezas de Piedad Córdoba en México, solicitándole a los gobiernos democráticos del continente que cortaran relaciones con el de Colombia por ser un gobierno «mafioso y paramilitar», o su nuevo desvarío de que un alto funcionario del Gobierno colombiano la iría a asesinar, según versiones de la creíble y objetiva inteligencia venezolana. Por eso los insultos de un Chávez cada vez más desenmascarado ante el mundo en sus relaciones con la guerrilla colombiana. Por eso las fraternales extravagancias de Daniel Ortega con sus pares, los terroristas de las guerrillas, y ese embuste de que a Íngrid la podría asesinar el Gobierno de Colombia para culpar a las Farc. Por eso la liberación de tres secuestrados en ‘desagravio’ a Chávez y la propaganda negra de que si no fuera por Uribe liberarían a 20, y al resto después de 45 días, tras el despeje de Florida y Pradera, no más que de ese par de pueblitos…

Abramos los ojos, ya es cuento viejo eso de que pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla.  ·

Publicado en el periódico El Mundo, el 24 de diciembre de 2007

Posted by Saúl Hernández

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