Hay tres sofismas acerca de los mal llamados ‘falsos positivos’, esos crímenes cometidos por miembros del Ejército para hacerlos pasar como bajas en combate y obtener permisos, felicitaciones y hasta dinero, en connivencia con civiles que cobran recompensas por suministrar información que ayude a combatir los grupos al margen de la ley. El primero es que este tipo de crímenes es nuevo, producto de los afanes de la Seguridad Democrática del gobierno de Álvaro Uribe; el segundo es que se han cometido tantos crímenes de estos que se desbordó el costo de las indemnizaciones previstas en la Ley de Víctimas y, el tercero, es que constituyen crímenes de Estado.

Primero. Ejecuciones extrajudiciales ha habido siempre y en todas partes. A veces, el crimen es producto de un error ‘inocente’ y la ‘solución’ es hacer pasar al occiso como un transgresor de la ley; poner en su mano inerte un arma de fuego es una práctica inveterada en todo el mundo. En otras ocasiones, sin duda, se trata de crímenes aleves cometidos con diversos propósitos como acallar testigos, desviar investigaciones, ofrecer un chivo expiatorio, demostrar eficiencia o hacer ver la seguridad como algo necesario. Todo eso es tan viejo como la guerra y esta es tan vieja como el hombre.

En Colombia ha habido casos paradigmáticos, como la mal llamada ‘limpieza social’, práctica a la que han estado vinculados agentes del Estado. En la Medellín de Pablo Escobar, agentes encubiertos ejecutaban masacres de jóvenes en las comunas más pobres, en retaliación por los asesinatos de policías que ordenaba Escobar y ejecutaban sus sicarios. Recuérdese la masacre de Villatina (9 muertos) en 1992. Por eso no le queda bien al ex presidente César Gaviria criticar los asesinatos de hoy cuando siempre ha ignorado los cometidos bajo su administración.

Segundo. Hay personas malévolas o muy mal informadas que se han ido lanza en ristre contra el Gobierno por haber impedido la aprobación de la Ley de Víctimas, arguyendo que si es costosa ello se debe a la gran cantidad de víctimas fruto de las políticas guerreristas del actual gobierno. Nada más falso. La Ley de Víctimas tiene por objeto indemnizar a familiares de personas asesinadas y/o desaparecidas en los últimos 45 años, cuyo número se estima en más de 200.000. Por el contrario, el periodo más pacífico que ha vivido el país desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, han sido los siete años del Gobierno de Uribe, cuyo alto respaldo popular se basa en logros como este.

Tercero. El ‘crimen de Estado’ es un artificio aplicable a cualquier hecho, como el incendio de una guardería en Hermosillo (México) que dejó cerca de 50 niños muertos. Los ‘falsos positivos’ son crímenes de lesa humanidad pero no son crímenes de Estado porque no fueron ordenados por estamentos superiores ni corresponden a un plan establecido para exterminar a una raza, a un partido político o a los miembros de una religión. De hecho, no hubo selectividad en los asesinados puesto que no tienen en común algo más que la pobreza que los hace carne de cañón para los violentos. Su escogencia fue tan fortuita como desventurada.

A diferencia de los Estados criminales –como los de Hitler y Stalin–, aquí no se justifican estos excesos con argumentos moralistas y ni siquiera con la tesis de que son consecuencias inevitables del conflicto. Fue el Estado, en cabeza del Ministro de Defensa, el que develó lo que estaba pasando y se reconoce claramente que se trató de crímenes verdaderamente deshonrosos.

El señor Philip Alston, Relator Especial de las Naciones Unidas para las Ejecuciones Arbitrarias, ha dicho que estas transgresiones han sido “más o menos sistemáticas” y que no se trata “de unas cuantas manzanas podridas”. Pero es que el señor Alston no ha probado las amargas manzanas colombianas. Las guerrillas, los grupos paramilitares y los poderosos ejércitos de los carteles de las drogas, han sido conformados con muchachos sin ideología alguna y carentes de escrúpulos éticos o morales que, por unas monedas, se unen a cualquier bando y cometen los más horrorosos crímenes. De esos mismos muchachos se nutren los organismos de seguridad del Estado y si los ilegales se atreven a tanto no es inverosímil que muchas balas oficiales se disparen de manera infame, arbitraria y perversa.

Publicado en el periódico El Mundo, el 29 de junio de 2009 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández