Aunque podría tratarse de un caso de suprema ineptitud, por el que el registrador nacional debería haber renunciado ya, cuesta trabajo creer que la falta de tarjetones de la consulta de centroderecha sea una simple casualidad. Los de Petro no hicieron falta, aunque él denunció supuestos casos que fueron desmentidos por las cámaras de ‘Noticias RCN’. Y, como dijo el mismo Petro, lo importante no era ganarle a (un tal) Caicedo, sino a la otra consulta, con lo que su campaña se habría disparado como un cohete.

Dice el registrador Galindo que para las consultas se dispusieron 30 millones de tarjetones (15 millones para cada una), por un valor de 26.000 millones de pesos. Si la consulta del uribismo alcanzó 6,1 millones de votos, sobraron 9 millones de tarjetones. Aduce el registrador que solo faltaron en 26 de los 11.299 puestos de votación de todo el país, pero el alcalde de Medellín denunció que, solo en esta ciudad, escasearon en 35 sitios de votación, afectando más de mil mesas.

Hay tres hipótesis: 1) millones de tarjetones de la Gran Consulta por Colombia se quedaron arrumados en centenares de cajas en alguna bodega; 2) los tarjetones fueron mal distribuidos de manera premeditada, enviando menos de los necesarios a puestos de reconocida tendencia de centroderecha, o 3) simplemente, es una fantasía que se imprimieran los anunciados 15 millones de tarjetones.

A todas estas, resulta muy extraño que el ministro de Hacienda asegure que el costo unitario de estos tarjetones es de 300 pesos, por lo que los 30 millones de tarjetones costarían 9.000 millones y no 26.000, como dijo el registrador. Mejor dicho, al señor Galindo la impresión de estos voticos le salió a 866 pesos la unidad. Bastante caros si se considera que imprimir un billete de 2.000 cuesta 90 pesos, y un Lleras (el de cien mil, malogrado como su sobrino nieto) vale 145 pesos. Y eso que van impresos por ambos lados, llevan papel y tintas especiales, numeración, textura en braille y diversas características de seguridad.

No quiero ni imaginarme cómo hubieran reaccionado los seguidores de Petro si tan evidente intento de influir en los resultados y en el éxito mismo de la consulta se hubiera producido en su contra. Probablemente se habrían presentado algunas perturbaciones del orden público, con consecuencias impredecibles. Por fortuna, los perjudicados en esta ocasión fueron, en su mayoría, viejitos y señoras que se devolvieron para sus casas sin votar antes de que se largara a llover.

Difícil saber cuántos votos dejaron de depositarse en la consulta por este desatino, pero no fueron pocos. Aun así, Duque le sacó una cómoda ventaja a Petro, y la coalición del No duplicó a la del Sí. ¿No que Petro lideraba la intención de voto? Los encuestadores dirán que no se rajaron, sino que Duque viene subiendo y el otro se ha estancado, pero queda la sensación de que a Petro lo estaban inflando.

No puede dejarse de lado el tema de los tarjetones de Senado y Cámara, tal vez los peor diseñados desde que se implementó el tarjetón. Tantos votos nulos y no marcados se explican más en la complejidad del mecanismo que en una especie de voto protesta; para eso está la casilla del voto en blanco. A tanta dificultad, súmele también el delito –porque eso es– de violar el secreto del voto al empadronar a quienes votaron por cada consulta. Ahí quedaron listados como en cualquier dictadura.

Y ¿cómo no van a existir políticos como Aida Merlano si gente de la calaña de Félix Salcedo Baldión todavía anda por ahí haciendo de las suyas? La compra de votos prevalece en ciertas regiones y se hará notar como cuatro años atrás.

Estamos avisados: el 27 de mayo cualquier cosa puede pasar.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 20 de marzo de 2018).

 

Posted by Saúl Hernández

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