Mucho más importante que las elecciones en Colombia, hay una gran noticia que ha pasado casi desapercibida en nuestro medio como es el preacuerdo entre Donald Trump y Kim Jong-un para desnuclearizar la península de Corea.
A muchos se les olvida que hace menos de un año el mundo estaba aterrorizado por los exitosos ensayos nucleares de Corea del Norte y las pruebas de alcance de sus misiles, que supuestamente ya pueden llegar hasta territorio norteamericano. Eso bastó para que antiimperialistas sedicentes e ignorantes de toda laya anunciaran que estábamos ad portas de una hecatombe nuclear, y que ya Norcorea estaba a la par de Estados Unidos en materia militar.
La realidad, sin embargo, es muy distinta. Darle a un país la categoría de potencia nuclear tan solo por desarrollar un arma de ese tipo es bastante apresurado y nos recuerda eso de que las comparaciones son odiosas.
Así, mientras los expertos especulan que Norcorea podría tener una veintena de armas nucleares —algunos creen que no son más de cuatro o cinco—, los Estados Unidos poseen un arsenal atómico de más de 7.000 ojivas nucleares listas para ser lanzadas desde barcos, aviones, submarinos e instalaciones terrestres, por lo que el alcance de su armamento termonuclear es global; no hay un sitio del orbe adonde no puedan disparar.
Para la muestra, un botón: los submarinos clase Ohio, de EE. UU., son una de las armas más mortíferas que existen en el planeta. Cada uno está equipado con 24 misiles balísticos tipo Trident con carga nuclear, que tienen un alcance de 12.000 kilómetros y una velocidad superior a los 20.000 kilómetros por hora. Considerando que de la costa oeste de los Estados Unidos a Norcorea hay unos 8.000 kilómetros, estos submarinos pueden disparar desde la bahía de San Francisco y dar en el blanco en cuestión de 20 minutos, sin que Kim Jong pueda hacer nada.
Hay que precisar que los Estados Unidos tiene en servicio 14 submarinos clase Ohio con carga atómica, y que cada misil Trident se divide en entre 8 y 14 ojivas durante la caída libre de su etapa final, pudiendo calcinar 14 ciudades de un país enemigo de un solo tiro. Además, mientras los gringos tienen sistemas interceptores de misiles, los coreanos carecen de estos, por lo que las amenazas de Kim son risibles.
Esto basta para entender que no se puede jugar con un país que gasta 700.000 millones de dólares anuales (2018) en aceitar su maquinaria de guerra. Según datos del SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo) [VER INFORME ABAJO], los 610.000 millones de dólares del gasto militar de EE. UU. en 2017, equivalen al gasto conjunto de los ocho países que le siguen en la lista de los que más gastan: China (US$ 228.000 millones), Arabia (US$ 69.400 millones), Rusia (US$ 66.300 millones), India (US$ 63.900 millones), Francia (US$ 57.800 millones), Reino Unido (US$ 47.200 millones), Japón (US$ 45.400 millones) y Alemania (US$ 44.300 millones).
En contraste, el gasto militar de Corea del Norte para 2017 fue de unos 6.000 millones de dólares, o sea el 1 % de lo que gastaron los gringos. Es decir, más que una lucha entre David y Goliat, esto se parece a la travesura de un niño que pretende derrotar un comando de fuerzas especiales con una cauchera. Entonces, ¿por qué tanto alboroto?
No hay duda de que los enemigos de Estados Unidos y de Donald Trump graduaron a Corea del Norte de potencia nuclear. Y no me refiero tanto China y Rusia, que fueron los que dotaron a la pequeña dictadura de la tecnología y los conocimientos para desarrollar estas armas pavorosas, sino a quienes le dieron munición a Donald Trump para sacarle partido al asunto. Es que, si a Obama le dieron un Nobel de Paz por nada, a Trump tendrán que dárselo por apaciguar al niño de la cauchera, un déspota y asesino de la peor calaña que ahora parece más interesado en modernizar a su país y alcanzar el desarrollo de sus hermanos del sur.
Y pueda ser que Kim Jong-un no se burle del gringo. En esto de parecer un niño malcriado, Trump le lleva mucha ventaja, y terminará lamentándolo. Sin duda, su cauchera es más grande, y funciona.
(Publicado en el periódico El Mundo, el 18 de junio de 2018).
Informe SIPRI
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