Hay varios hechos de la política nacional e internacional que merecen un comentario, aunque sea muy breve. Para empezar, el discurso del presidente del Senado, Ernesto Macías, simplemente puso en carne viva la triste realidad en la que quedó el país tras los ocho años del inefable Santos, al que salieron a defender sus mermelados con toda clase de lloriqueos. Ese discurso estuvo en sincronía con el del presidente Duque, pues dijeron prácticamente lo mismo, pero de formas muy distintas. Macías se llevó las críticas para que Duque recibiera las palmas, y se hizo un corte de cuentas completamente necesario.

Por su parte, el gobierno de Santos terminó en la inopia, con una aprobación de solo el 22% y una desaprobación del 72%, según Yanhaas. Pero fiel a su estilo, no solo se despidió más que novia fea, sino que incurrió en una serie de despropósitos de último minuto que han sido disimulados convenientemente por el periodismo bogotano. Por ejemplo, se reunió con Timochenko y otros líderes de las Farc en el Palacio de Nariño, fungió de payaso en un inoportuno video al estilo ‘youtuber’ y hasta manifestó, haciendo gala de su conocido cinismo y su ‘póker face’, que “Odebrecht debe seguir en Colombia”. Esta firma financió ilegalmente sus dos presidencias.

Pero, no contento con eso, Santos firmó centenares de decretos en sus últimos días, incluyendo decenas de nombramientos en embajadas y consulados, el indulto colectivo a centenares de presos de las Farc, el trazado de la llamada ‘línea negra’ de la Sierra Nevada de Santa Marta, un nuevo reglamento para la protesta social que surgió justo cuando el entrante ministro de Defensa, Guillermo Botero, anunció que propondría una nueva ley para su regulación, etc. Y, como si fuera poco, le dio el reconocimiento de Estado a Palestina, casi a escondidas, poniendo a Duque en calzas prietas con los gobiernos de EE. UU. e Israel, viejos e importantes aliados de Colombia. Sin duda, Santos fue una pesadilla hasta el final.

En cuanto al nuevo gobierno, ya se han generado varios roces con el Centro Democrático, y eso que apenas lleva media semana de posesionado. El gobierno cedió en el nombramiento de Claudia Ortiz como directora de la Unidad Nacional de Protección por sus trinos en contra de personajes de izquierda a quienes tendría que proteger, pero aun no se pronuncia por el despropósito del ministro de Vivienda, Jonathan Malagón, de nombrar como viceministro a Víctor Saavedra, responsable de las cartillas de ideología de género de Gina Parody. Ojo, con esos detallitos se empieza a descoser la coalición.

En el plano internacional, el autoatentado perpetrado contra Nicolás Maduro por él mismo, podría ser y no ser. Jaime Bayly dice que tenía conocimiento del asunto, y no es raro que haya gente con deseos de asesinar a un dictador, pero el acto luce tan burdo que solo puede ser una tramoya chavista. Un atentado serio y real habría dejado un saldo atroz en materia de muertos y heridos, y no esa esa escena risible de soldados corriendo despavoridos, mucho menos si una potencia militar como Estados Unidos estuviera involucrada. Lamentablemente, aunque no se le desea la muerte a nadie, no se ve otra salida para Venezuela que la de un acto de fuerza contra esa camarilla que tiene postrado al país más rico de la región.

En el plano local, para finalizar, hay que decir que las Empresas Públicas de Medellín no podrán vender ese hueso de Aguas de Antofagasta (Chile) por los 965 millones de dólares que les costó en 2013, por la sencilla razón de que, según la prensa chilena, esta empresa solo valía 290 millones. Entonces, ¿quién irá a la cárcel por semejante detrimento? ¿El alcalde de entonces, Aníbal Gaviria? ¿El gerente Juan Esteban Calle? ¿La Junta Directiva de la época? Aquí se oculta un acto de corrupción muy grande y el monto de la venta lo dejará al descubierto. En Colombia no puede seguir ese cuento de que los corruptos se queden muy tranquilos en sus mansiones, alguien tendrá que pagar ese despojo. En fin, todo esto hace parte de la trama política.

 

 

Posted by Saúl Hernández

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