Dos cosas deja en claro el caso Emmanuel: que la guerrilla está tremendamente debilitada y que sus comandantes son, no simplemente asesinos, sino mentirosos compulsivos y patológicos.

En cuanto a lo primero, no se trata tan sólo de que ya no puedan tomarse pueblos y carreteras con la misma facilidad de antes -y sus brutales consecuencias- o que sus integrantes deserten por montones, volándose con los secuestrados, como alias ‘la Negra’, o entregando a sus jefes -a alias ‘Mamajuana’- como la guerrillera que hizo amistad con el diputado Rufino Varela. Tampoco es apenas que les estén dando de baja unos cuadros cualquiera como ‘Jota Jota’, ‘Martín Caballero’, el ‘negro Acacio’ o un tal ‘Carpintero’, o que les lleguen hasta el rancho, como le sucedió a ‘Carlos Losada’, donde quedó un computador con información de primera mano y el diario de la holandesa, que da cuenta de la descomposición moral de la guerrilla: el sida, la promiscuidad sexual, los privilegios de los comandantes y sus mujeres, el maltrato a las bases, etc. De lo que se trata ahora es que a esa guerrilla, que ha asustado a los colombianos por más de cuatro décadas, le acaba de propinar una derrota un chiquillo de 3 años, como bien apunta la caricatura de Matador, el domingo. Ya las Farc no tienen capacidad operativa ni para mantener a un niño vigilado en su área de influencia, ni para transportar un paquete con las dichosas pruebas y menos para arrebatarle un menor al ICBF, que, dicho sea de paso, junto con la Defensoría, demuestran estar haciendo una intachable labor.

Lo otro es que la guerrilla y sus cómplices -incluyendo a todos los idiotas útiles que se prestan para sus comedias- son embusteros, sofistas y falaces, indignos de todo crédito y de la mínima confianza que la lógica exige hasta en relación con un enemigo. Los guerrilleros mienten siempre, y sobre todos los temas, porque ello es una estrategia de lucha; pero lo peor es que no parecen tener ni el menor pudor para engañar -o, cuando menos, para hacer quedar en ridículo mundial- a sus propios aliados, como ha ocurrido en cuestión de horas con Chávez, el canciller Maduro, Piedad Córdoba, Kirchner y hasta Oliver Stone.

Y es que cabe señalar hasta cierta perplejidad por la forma rápida -aunque cínica- de reconocer que Juan David sí era Emmanuel, cuando todos sus amiguetes hacían ingentes esfuerzos por demostrar que la hipótesis de Uribe era una cortina de humo: un noticiero desvirtuaba la posibilidad de fractura de húmero en un recién nacido; Anncol juraba que las Farc no pondrían uno de los ‘suyos’ en manos de una entidad estatal; Maduro sugería que el examen de ADN en Colombia sería manipulado y exigía hacer -léase manipular- uno en Venezuela, como si el niño y sus parientes fueran ciudadanos de allá y no de acá; y decenas de columnistas y políticos, que todavía tienen resaca de las rumbas decembrinas, aún hablan en términos que dejan la sensación de no haberse enterado de que las mismas Farc admitieron que las cogieron en la mentira, que se les cayó la tramoya y el truco quedó a la vista de todo el mundo.

Ellos que tapan una mentira con otra, que han mentido para ocultar sus atrocidades -como la masacre a sangre fría de los once diputados-, hoy pretenden valerse de tergiversaciones estrambóticas y torpes insolencias para encubrir su impotencia, su debilitamiento, la triste languidez de sus últimos días, como ese cuento bufo de que al niño lo secuestró el Gobierno. ¡Qué bueno que fue así; si no, estaría muerto!

Este episodio cierra cualquier posibilidad de un despeje territorial, como el que reclaman las Farc, y de nuevas incursiones circenses del compadre vecino y su comparsa de payasos.

El destino (o Dios, si usted prefiere) ha terminado por premiar a doña Clara de Rojas por ese derroche de dignidad, paciencia y ecuanimidad que debemos imitar todos los colombianos.  ·

Publicado en el periódico El Tiempo, el 8 de enero de 2008

Posted by Saúl Hernández

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